De como se resuelven antiguas dudas 

Un secreto, 1479

Duchicela: narradora

Takiri y yo mantuvimos un gran secreto, desde que llegamos desde Cajamarca a la Aldea.

Todo comenzó uno de los días que estuvimos en la Laguna de la Culebrilla. Un día llegó al campamento un grupo de cañari, llegaron rotos por el cansancio y hambrientos, durante varios días habían vagado sin rumbo por la sierra, temerosos y huidizos. Nada más verlos sentí como me tensaba, poniéndome en pie, pues a una joven con solo mirarla la reconocí y ella se sintió reconocida, me adelanté hacia ella y con una antigua familiaridad, la abracé. Fue un abrazo largo, sin palabras, tuve que ayudarla pues cayó al suelo desmayada, la lleve hasta una cabaña, le puso un poncho, tiritaba de fiebre. Le prepare comida y con delicadeza le ayude a comer, al final la deje adormilada.

Pero aquella tarde, cuando ya había descansado, tuve una larga conversación. Estábamos únicamente los tres, Takiri medio adormilado protegiéndose del frío. Era una joven menuda, de rasgos finos, pero en sus ojos solo se notaba tristeza y vacío, estaba demacrada, y casi con un hilo de vida. Yo no dejaba de mirarla con cariño.

-Shabalula, ¿Cómo te ha ido?

-Estos han sido unos años muy duros, desde que vosotros huisteis, en la Aldea todo han sido desastres y dolor. Cada vez era peor y no parecía que pudiera mejorar. Yo tenía un motivo de penas más. ¿Cómo está tu hermano Dumma?

Titubee al responder.

-Bien, se ha adaptado a nuestra nueva Aldea. Vivimos cerca del mar, junto a un río. Allí no conocen la nieve ni el frío y tienen unas costumbres muy extrañas. En la Aldea manda una mujer, pero no porque sea una anciana, sino porque hereda el poder de su madre la MAMA-COYA.

-Yo no te he preguntado eso -me cortó Shabalula con desgana- lo único que me interesa es Dumma. Todavía me duele que no me buscara, si estaba vivo. Yo sabía que os escapasteis en Cajamarca, cuando os llevaban presos al Cusco, pero pasaron los meses y no volvió a buscarme. Nació nuestro hijo.

-¡Tienes un hijo! -exclamé asombrada.

-¡Tenemos un hijo!, Dumma es el padre. Tú sabes igual que yo, que estábamos casados. ¡Todo el pueblo lo sabía! Y ahora que sé que está vivo, no entiendo que nos abandonara, que no volviera a buscarnos.

-Ni él, ni nadie, sabía qué esperabais un hijo. ¿Cómo se llama?

El rostro de Shabalula se dulcificó.

-Dumma, como su padre. Lo he dejado con mi madre en la Aldea, ya tiene casi tres años y es un niño muy fuerte.

-Cuando llegamos a la Aldea del río, recuerdo que mis padres hablaron con Dumma, y después de varias deliberaciones todos pensamos que habrías muerto o sería imposible encontrarte.

-Si, pero tú has vuelto, ¿Qué es tan importante, qué es lo que buscas?

-Yo he venido a proteger a mi abuela.

-No intentes defender a Dumma. Tú has vuelto, él me dejó en el olvido, fue un cobarde. Y en esa Aldea vuestra, se habrá vuelto a casar

-Cuando llegaron a la Aldea -dijo Takiri, interviniendo por primera vez, y tratando de componer- siempre veía a Dumma muy preocupado, no nos dijo por qué, pero estaba pensativo y triste.

-Sus padres, especialmente su padre, -explicó Shabalula- no me aceptaban como esposa de su hijo, porque yo soy algo mayor, casi cuatro años. Dumma y yo seguimos adelante, teníamos que vernos a escondidas en las afueras del pueblo. Un grupo de árboles, cerca del camino de la sierra, son testigos de nuestro amor, de nuestras promesas, hasta hablamos de marcharnos a otros lugares, buscar otro sitio donde no fuéramos rechazados. Pero todo terminó con la llegada de los soldados incas y con la huida de Dumma con su familia.

-Bueno, realmente Dumma no huyó por propia voluntad -me vi obligada a matizar- junto con toda la familia fuimos obligados a marchar al Cusco, junto con otros que habían apresado.

En ese momento, Shabalula perdió el conocimiento, en medio de temblores que nos inquietaron. Yo salí corriendo en busca de ayuda y cuando volví con una anciana, había recobrado el sentido y solo tenía fuerzas para mirarme. Cogió con fuerza mi mano y susurrando me pidió.

-Por favor, Duchicela, ayuda a mi hijo. Su padre lo podrá proteger, aquí no puede sobrevivir en medio de esta guerra. Me siento morir y no quiero que quede abandonado.

La mire y con delicadeza le acaricie el rostro, luego empecé a llorar al verla tan desvalida. Aquella chica animosa con la que, no hacía tanto tiempo, había soñado un futuro tan distinto del que ahora vivíamos, desde luego mucho mejor.

Recordé muchas pequeñas historias: cuando las dos, junto con otras niñas de nuestra edad, nos encargábamos de adornar -con flores silvestres y con cintas de colores- a las llamas que ofreceríamos en sacrificio a la Culebra, junto a la laguna. Buscamos por los campos cercanos flores violetas, pues habíamos decidido que ese año las dos alpacas blancas solo llevarían flores violeta y cintas azules. Nos costó varios días encontrar suficientes flores de ese color, pero cuando la caravana se encaminó hacia la laguna, muchos elogiaron nuestro trabajo.


Alpacas
Alpacas

Casi dos días duró la agonía de Shabalula, que insistió en el compromiso de llevar al niño a su padre. Mi promesa la llenó de serenidad. Y así, arropada por nuestro cariño, murió a orillas de la Laguna de la Culebrilla. Y allí la enterramos.

El compromiso adquirido nos obligó a volver a la Aldea.

No fue difícil encontrar a la abuela y al pequeño Dumma, ni tampoco convencerla para que nos lo confiara. Hice un transportín con telas y cintas. Lo acomodamos, por turnos, a la espalda cada vez que marchábamos y él se cansaba de andar o teníamos prisa.


Cuando llegamos a Cajamarca a todos les dijimos que el pequeño Dumma era un huérfano que yo había adoptado, nadie supo que era el hijo de Dumma. Aquel pequeño se ganó muy pronto el corazón de todos, especialmente el de Takiri. Decidimos que conservaría el idioma de los cañaris, por eso, en ese idioma siempre yo le hablaba, mientras que los demás y Takiri le hablaban en el idioma de nuestra Aldea.

El viaje fue largo, pero al final la caravana con las llamas cargadas de lana, alcanzó a otear el Cerro de Saraque. Nuestra llegada fue motivo de gran alborozo. Cuantas cosas teníamos que contar, aunque algunas Takiri y yo decidimos ocultarlas. Durante el viaje, habíamos acordado, mantener en secreto que el pequeño Dumma era hijo de Dumma, nos parecía que podía ser un problema para Sisa descubrir que su esposo tenía un hijo Cañari.

Pero para nuestra sorpresa empezaron a surgir rumores. Enseguida se empezó a hablar del parecido evidente entre Dumma y el pequeño Dumma.

La MAMA-COYA Kusi nos interrogó sobre el particular.

-No puedo dudar de vuestra palabra, pero necesito que me confirméis que el pequeño Dumma no es hijo de Dumma.

Takiri y yo nos miramos, no podíamos mantener la mentira, además la MAMA-COYA había tenido la prudencia de hablarnos a solas, podíamos decírselo a ella y que ella decidiera si se mantenía en secreto.

-Cuando estábamos en tierra de los Cañaris -empezó a decir- encontramos una amiga mía, yo la sospechaba casada con mi hermano Dumma. Ella nos dijo antes de morir, quien era el padre del pequeño Dumma y nos hizo prometer que se lo traeremos. Eso hemos hecho y yo lo estoy cuidando como mi hijo, porque tememos que esta situación haga sufrir inútilmente a Sisa.

-Creo que soy yo la más adecuada -Dijo la MAMA-COYA Kusi- para informar a mi hija, pues aunque Dumma debió hablarnos de su situación cuando llegó a nuestra Aldea. Es lógico pensar, que los fugitivos al llegar a un lugar extraño, guardan sus secretos. Y cuando ya están integrados les cuesta mucho trabajo hablar del pasado. Además no sabemos si Dumma ha hablado de todo esto con Sisa.

La MAMA-COYA quiso que Takiri y yo estuviéramos presentes cuando hablara con Sisa, por eso nos mandó a buscarla. La encontramos en su casa trabajando de alfarera.

-Sisa -le dije- tu madre quiere hablar contigo. Puedes ahora acompañarnos.

Sisa nos miró contrariada ¿Qué es tan urgente para que tenga que interrumpir mi trabajo? Pero nos siguió hasta la casa de la MAMA-COYA, de camino intenté prepararla:

-Cuando estábamos de viaje lejos de la Aldea, muchas cosas nos han ocurrido, algunas agradables y otras preocupantes. Casi todas nos han sorprendido.

-Es lógico -aventuró Sisa intrigada- que toda expedición ocasione contratiempos.

Llegamos a la casa de la MAMA-COYA, aunque yo entre acompañando a Sisa, Takiri se quedó fuera, hasta que la MAMA-COYA le mandó entrar también

-Takiri, entra tú también, creo que es mejor que todos podamos comentar lo que tengo que decirle a mi hija. -Y dirigiéndose a su hija le dijo- ¿Sisa, no sé si Dumma te ha explicado que cuando salió de su tierra dejó a una mujer esperando un hijo?

-Eso no pudo decirlo -intervine aclarando- pues cuando salimos huyendo, nadie sabía que Shabalula estuviera embarazada. Lo único que podía decir Dumma es que allí, en medio de una guerra, quedaba una mujer con la que estaba comprometido, las circunstancias habían impedido que se celebrara el matrimonio.

-Creo recordar que alguna vez Dumma me habló de su salida de vuestra Aldea, también de los amigos, a los que había dejado allí, a todos los daba por muertos. Pero nunca me habló, claramente, de ninguna Shabalula. Pero ahora cuando habéis vuelto vosotros -trayendo al pequeño Dumma- tenía el propósito de preguntarle a Dumma, si él tiene algo que ver con ese niño. No solo se le parece, sino que además, tu Duchicela, lo tratas con un cariño especial.

-Shabalula me dijo, -aclaré con firmeza- poco antes de morir, que su hijo lo era también de Dumma. Yo le prometí que cuidaría de él y lo traería con su padre. Yo me he encariñado y querría quedármelo como hijo.

-Antes de tomar una decisión -afirmó Sisa- yo quiero hablar con Dumma.

La MAMA-COYA se dirigió a Takiri y le mandó.

-Takiri, mañana irás a la Aldea del Mar y traerás a Dumma, este asunto no puede esperar más.

A la mañana siguiente, cuando se disponía a cumplir ese encargo, le pedí encarecidamente:

-Dile a Dumma todo lo que nos explicó Shabalula, así cuando llegue sabrá por qué le llama la MAMA-COYA Kusi, y no será tan grande la sorpresa.

Al atardecer volvió con Dumma y los jóvenes. Dumma casi no hablaba, permanecía ensimismado desde que le contó la historia de Shabalula. Todas sus preguntas habían sido sobre el pequeño Dumma, había sido para él una gran sorpresa, pues nunca se le pasó por la cabeza pensar que había dejado un hijo en la Aldea Cañari, también le hizo varias preguntas sobre Shabalula.

Al llegar a la Aldea, saltó raudo de la barca y con Takiri salió corriendo, fueron hacia la casa de la MAMA-COYA, no encontraron a nadie. Siguieron buscando y me encontraron en la de Sisa, con la MAMA-COYA y el pequeño Dumma. Estábamos sentadas a la sombra del árbol del patio, haciendo carantoñas al niño, Dumma se acercó, tomó al niño en sus brazos y se le quedó mirando.

-No sabía que existías. Pero me alegro mucho de haberte encontrado -y dirigiéndose a Sisa- ¿ya le habéis dicho que tiene una hermana?

-No le hemos dicho nada -intervine con celeridad- ¿Takiri te ha dicho que yo lo he adoptado? Esperábamos a que tú hablaras con Sisa para ver qué decidimos.

El pequeño Dumma correteaba por el patio ajeno a la conversación.

-Al principio me costó -explicó Sisa - entender lo me dijo Duchicela. ¡Puedes comprender mi desconcierto!, pero ya he tenido tiempo de aceptar lo que supuso para ti, abandonar aquel pueblo en medio de la guerra.

-Sisa perdona que no te hablara de la existencia de Shabalula, estaba convencido de que había muerto y desde luego no tenía idea de que quedara embarazada.

Se hizo el silencio, parecía que ya no había nada más que decir. Yo miraba los ojos de Dumma, pero me fue imposible leer sus pensamientos, él miraba al pequeño Dumma y dije con decisión, poniéndome en pie:

-Ya está todo claro, si todos estáis de acuerdo el pequeño Dumma tiene una hermana que es la hija de Sisa, tiene un padre que es Dumma, tiene una madre Shabalula que murió en la sierra y tiene una madre que soy yo y una abuela que es la MAMA-COYA Kusi.

Siguió un profundo silencio, ahora se trataba de que cada uno de los presentes aceptara esa solución, y fue la MAMA-COYA la primera que habló casi con la voz solemne de los Consejos de Madres:

-Desde este momento el pequeño Dumma será mi nieto.

Aunque parezca extraño, de pronto, todos comenzamos a aceptar, todos asumieron mis palabras.


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