
Pensamientos perturbadores
Aldea del Mar 1532
Chuwi (Hombre simpático) Narrador
Donde se hace relación de la conversación con un sabio incaico y otros temas importantes.
Como cada atardecer me encontraba sentado sobre un tronco, con la vista fija en el mar, muy cerca de nuestra pequeña y destartalada aldea, formada por unas 60 cabañas de barro y caña, apenas cubiertas con un ligero techo de palmas, que malamente nos protegía del sol y de la escasa lluvia. Junto a los habitáculos, estaba el secadero de pescado, y al alcance de la mirada, a orilla del mar, las salinas, en cada charco reflejaba distintos tonos de rosa, verde y blanco, un mosaico que enamoraba a la vista.
La noche caía lentamente sobre la playa, en mis pensamientos revoloteaban las noticias llegadas de la Aldea, la zozobra que causaban las nuevas ideas y las consecuencias imprevisibles y dañinas que oscurecían el futuro.

Los Señores del Valle de Lambayeque, llevaba ya varios años, enfrentándose a la rebelión de sus súbditos, estos abandonaron y quemaron los templos, y por los valles cercanos se dispersaron, en pequeños grupos, sembrando el terror y las calamidades, hasta que fueron sometidos por los soldados chimúes. Esto sucedía en los pueblos de nuestros alrededores; más lejos, allá desde el Cusco, no llegaban los soldados incaicos que asolaban todos los pueblos que no se sometían.
Ante todos estos problemas:
-¿Tiene alguna posibilidad de sobrevivir nuestro pueblo, en medio de tanto enfrentamiento?
-¿Han vuelto los ansiados viracochas que algunas gentes esperaban desde antiguo?
-¿Acaso nuestro Creador Viracocha nos ha abandonado o como algunos dicen, se ha vuelto a dormir?
Todo lo que hasta entonces era claro e inamovible se tambaleaba. Estaba comenzando un nuevo tiempo o era simplemente la insatisfacción de los jóvenes, con su tendencia a enfrentarse a los mayores. Era preocupante que se difundiera entre las gentes, la pérdida del deseo de vivir, ante un mundo que se derrumbaba. Nos habían llegado noticias de algún suicidio colectivo, casi todos los habitantes de un poblado cercano, se arrojaron al mar desde lo alto de un acantilado, movidos por el desengaño y la desesperación después de una ceremonia de ofrenda a los dioses pues se sentían abandonado en las dificultades cuando más los necesitaban.
Nuestra existencia se desarrolla en el vaivén incesante de los días y las noches, dando lugar a una realidad que transcurre con absoluta regularidad y nos llena de seguridad. Pero esa monotonía, se llena de confianza, al sentir la presencia constante de los demás miembros de la Aldea, por eso para nosotros la mayor desgracia es estar aislados: ser marginados.
Según nuestra forma de pensar toda la realidad es sagrada y dual: tierra-mar, hembra-macho, día-noche, arriba-abajo, pasado-futuro, delante-detrás. Pero estamos convencidos de que nunca se puede dar una situación en la que los opuestos luchen entre sí buscando la hegemonía. Son parte del todo, se complementan y sin uno, no hay otro. Algo tan sencillo, requiere por nuestra parte, un esfuerzo constante para que no se produzca, esa lucha hegemónica que desequilibra la belleza, que la Pachamama ha engendrado y nos ha regalado.
Aquellos años, fueron tiempos de zozobra y desgracia, de incertidumbre y dolor. Acontecimientos muy extraños, como no se recordaban en nuestra memoria, se sucedieron removiendo los fundamentos de nuestras creencias y de nuestra visión del mundo.
Hace un 25 años, más o menos, llegó a la aldea una familia huyendo de Chan Chan, pertenecía a la élite de los chimús, no eran como la familia de la que Arumi nos había hablado, en este caso el padre pertenecía al grupo más cercano al Señor, pero habían huido horrorizados, al llevar a cabo lo que el Gran Decapitador había sugerido a Señor, como solución a los problemas que asolaban al pueblo, llevaba unos meses con unas lluvias intensas y desconocidas desde hacía tiempo que dificultan el sembrado de los campos y auguraban una época de hambruna. Para aplacar a los dioses del mar, habían conseguido del Señor: hacer un sacrificio de niñas, niños y llamas jóvenes. Empezaron a elegir a los candidatos, la mayoría serían hijos de la nobleza chimú, pero también de algunas de las tribus vasallas de los chimús.
-A mí me había tocado participar en la selección de los doscientos niños que sacrificaríamos, aunque durante un tiempo nos engañamos pensando que sería una ofrenda solo simbólica. A lo largo de un Plenilunio los fuimos reuniendo en una casa al lado de la Laguna de los Nenúfares, allí varias mujeres los cuidaban, mientras iban llegando más y más. Yo pude proteger, escondiendo a mi hija mayor que tenía la edad apropiada, mi mujer y ella pasaron bastantes días viviendo en una u otra casa de algunos familiares, cada día las noticias de su paradero inquietaban a mis otros hijos y a mí, pues era frecuente no saber nada de ellas, durante alguno días de angustia, fue un tiempo de terror y de lluvias continuas. Una mañana el Gran Decapitador, cubierto con un manto negro y sus ayudantes vinieron a la casa donde teníamos reunidos a los niños. Con gran alboroto nos pusimos en camino hasta el mar, desde Chan Chan hay un poco más de un kilómetro, no llevábamos a los doscientos previstos, pues nos había resultado imposible reclutarlos, por la oposición de muchos padres, además cuando comenzó la marcha, algunos consiguieron escapar. De todas formas estoy seguro de que había 140 entre niños y niñas de 5 a 14 años y si, las 200 llamas menores de nueve meses marchaban entre bufidos, azuzadas por los pastores. Avanzamos ceremoniosamente formando cuatro hileras los niños, las llamas como es lógico, formaban un rebaño indisciplinado a la que los pastores y los perros controlan y hacen avanzar. Había dejado de llover después de muchos días, aún recuerdo como las sandalias de los mayores dejábamos huellas, mientras que los niños descalzos, las pezuñas de las llamas y las patas de los perros se marcaban en el suelo blando.
-Pero tú sabías lo que estabais a punto de hacer con aquellos niños inocentes.
-Aunque lo sabía, intentaba no tenerlo en cuenta, no darme por enterado, pues seguía horrorizado, no podía resistirme, durante toda esa mañana creo que ni sentía, actuaba como un animal domesticado. Al llegar al lugar elegido, en un acantilado sobre el océano, dimos bebidas narcotizantes a los niños y los hicimos danzar durante un rato sin parar, algunos iban cayendo por el sueño provocado por la bebida, entonces los recostamos sobre una zona llena de hierbas. Entonces empezó lo peor: entre dos llevábamos a cada niño hasta el lugar preparado por el Gran Decapitador para hacer la ofrenda, los sujetábamos mientras con el Tumi hacía un corte horizontal en el pecho para partir el esternón por la mitad, con las manos separar las costillas, con gran profusión de sangre, una vez adentro, corta la aorta con su uña y saca el corazón. El olor intenso, a sangre joven, brotaba de aquellos cuerpos masacrados. En un huaco lo ponía y cerrándolo, lo situaba en un palanquín, el cuerpo lo envolvíamos en un lienzo de algodón blanco y lo poníamos cuidadosamente en una tumba, a algunos les dejábamos el tocado propio de su tribu: una especie de gorro de colores, en otros casos un lienzo enrollado en la cabeza adornado con algunas plumas de guacamayo. Entonces se sacrificaba una llama y se ponía junto con el niño o niña en la misma tumba, a los niños asesinados los dejamos enterrados mirando al mar, mientras las llamas quedaban en la dirección opuesta, hacia los Andes.
Cuando terminamos, llevamos el palanquín con los huacos, todo ensangrentado, hasta la orillas del mar y lo depositamos en una barca, la dejamos libremente que se fuera internando en el océano, así queríamos que los dioses recibieran nuestra ofrenda.

Cuando terminamos, llevamos el palanquín con los huacos, todo ensangrentado, hasta la orillas del mar y lo depositamos en una barca, la dejamos libremente que se fuera internando en el océano, así queríamos que los dioses recibieran nuestra ofrenda.
-Todo muy triste y desgarrador -había interrumpido, diciendo la MAMA-COYA.
-Fue una mañana difícil de olvidar -siguió recordando el padre chimú- hasta el punto que algunos de los que llevábamos a los niños, se resistieron, quisieron impedirlo cuando vieron, con qué finalidad habíamos llegado hasta ese acantilado. Algunos esperaban que se tratara de un simple gesto de adoración, sin sacrificar ni los niños ni las llamas, pero cuando reaccionaron y se enfrentaron a los ayudantes del Gran Decapitador, estos los masacrados. Allá dejamos sus cadáveres mal enterrados cuando nos dirigimos a la orilla del océano.
Esta historia pesaba sobre nosotros y era un comentario recurrente entre los de la Aldea: como se podía entender que alguien aceptara la muerte de sus hijos pequeños, como sacrificio a los dioses.
En ese momento ya era una historia pasada, que no podíamos olvidar, por el contrario un personaje muy importante nos proporcionó múltiples motivos de conversación y meditación. Acaba de marchar de la Aldea del mar rumbo a su destino.
Los hechos sucedieron de la siguiente manera: Habíamos llegado de la Aldea del río, cuando vimos que por el camino de la costa se acercaba una pequeña comitiva, eran nueve hombres y 3 mujeres que llevaban a un personaje muy anciano en unas andas. Resultó ser un amauta de nombre Chikan (Único, distinto a todos), era uno de los hombres más cultos del imperio incaico, gozaban de una elevada consideración. En esta ocasión marchaba camino de Quito, una ciudad mucho más al norte, llevaba una misión muy importante que no nos quiso detallar pues era una orden directa del Inca Huáscar para su hermano Atahualpa, pues Inca Huayna Capac había designado a uno de sus hijos como sucesor, pero murió de viruela, entonces decidió dividir el imperio en dos partes: el sur, con centro en el Cusco, a su hijo Huéscar, y el norte, con centro en Quito, a su hijo predilecto Atahualpa.
El amauta Chikan, por su estado de salud y su avanzada edad, había decidido ir por el camino del Inca de la Costa, aunque el de la sierra, por Cajamarca, era más corto, pero por supuesto peligroso, por el frío y las avalanchas, que de vez en cuando, cortaban el camino. Aunque iba en las andas con un pequeño techo que le daba sombra, llegó bastante dolorido y renegando del calor, estuvo con nosotros durante varios días recuperándose. Ese tiempo lo aprovechamos para conversar, nunca habíamos tenido a alguien tan ilustrados, que tuviera tanto conocimiento de los saberes, y poseyera también bastos conocimientos científicos. Al atardecer, de modo espontáneo, surgieron conversaciones sobre los asuntos que nos preocupaban.
-Excelentísimo Chikan, cada vez hay más cosas que nos trastornan y preocupan -le dije una tarde, sentados a la sombra del algarrobo, mirando la salina- especialmente los rumores que nos llegan de la existencia de algunos grupos de personas que se enfrenta a los conquistadores, con osadía se llaman a sí mismos: profetas.
-Son gente extraña, fomentan una separación radical entre castellanos e incaicos, fomentando el rechazo total a todo lo castellano, comenzando por la vestimenta, los caballos, los nombres y por supuesto la religión. Sostienen que es necesario frenar las tendencias colaboracionistas que cada vez son más intensas. Para lograr el retorno a la sociedad antigua, los incaicos castellanizados deben purificarse: ayunando, comiendo sin sal ni ají, evitando las relaciones sexuales y especialmente tiene prohibido consumir la carne de los animales traídos por los conquistadores: porcinos, ovinos, bovinos y aves extrañas. El profeta anuncia el fin del mundo como inminente y preludia un Pachacuti (cambio del rumbo de la tierra). En realidad, desea una nueva manera de vivir en el mundo andino, logrando el paso a una nueva organización de la sociedad. El autor del movimiento es un incaico castellanizado, llamado Juan Chocne, un iluminado que viaja difundiendo por los pueblos su doctrina, le acompañan dos mujeres que se hacen llamar Santa María y María Magdalena.
-También estamos bastante confundidos sobre los dioses ¿Qué piensan los sabios?, pues de los incaicos hemos recibido al dios Inti, pero nosotros tenemos varios más.
-En el Cusco los sabios discutimos, pero casi todos estamos de acuerdo en que hay un solo dios: Viracocha que es el creador de los demás dioses, el hombre, los animales y las plantas. Viracocha en las culturas antiguas: Caral, Chavín y Wari, era el dios supremo. Los incaicos, le cedimos el privilegio de presidir nuestro propio panteón de dioses, aunque permanecemos fieles a la antigua creencia: la preeminencia de Inti.
-Para nosotros la situación sigue siendo confusa, pues Viracocha, pensamos que se ha marchado por el océano. La Luna es nuestra diosa, celebramos el plenilunio con danzas y comidas. El Sol no tiene tanto poder, pues la Luna ilumina cuando más se necesita, además no quema: ni a los hombres, ni a los animales, ni a las plantas, pero domina el mar.

-A pesar de esas objeciones, creemos y enseñamos que Viracocha es el ser perfecto y ordenador del cosmos en tres partes:
El mundo de arriba (Hanan Pacha): en el que creó el sol (Inti), la luna (Mama Killa), las estrellas y los demás seres celestiales; ordenando sus funciones y movimientos.
El mundo de aquí (Kay Pacha): el presente y tangible de la Tierra (Pachamama) y el Mar (Mamacocha). Donde creó una nueva generación de hombres y mujeres, modelando rocas y piedras que cobraron vida para fundar los diferentes pueblos y reinos.
Y mundo de adentro (Uqu Pacha): lo de abajo o de las cosas que todavía no germinan, de donde los nuevos hombres salieron a través de las pacarinas: cuevas, lagos y manantiales.
-Podemos estar de acuerdo, pues también para nosotros por encima de la Luna está Viracocha. ¿Y qué debemos pensar de una nueva vida tras la muerte?
-Para los incaicos, la muerte es un pasaje sagrado hacia la siguiente vida, creemos en la vida después de la muerte, y pensamos que es un territorio al que ascienden los más virtuosos, cruzando un puente hecho de pelo. También es el lugar adonde llegan los miembros de la nobleza, todos allí disfrutan de comida y bebida perpetua. Los no virtuosos: mentirosos, ladrones y ociosos, en cambio, parecen eternamente en una vida posterior en un lugar siniestro donde el hambre y el frío los atormentará para siempre. Ese viaje era difícil y se precisa tener ayuda; el espíritu del difunto (camaqen) necesita de un perro negro, porque según la creencia, puede ver en la oscuridad de ese camino y consigue guiarlo hasta la meta. En raras ocasiones, las almas pueden también quedar atrapadas en la Tierra, tal vez por no contar con esa ayuda, y permanecen vagando y exigiéndoles constantes ofrendas de comida y bebidas a sus parientes vivos. Sobre esto, de lo que parece que hay evidencias, no hay ninguna explicación, sobre todo porque después de un tiempo, no vuelven a presentarse. Es un misterio.
Muchas más cosas hablamos con el sabio, pero estas son las más importantes, las que más nos preocupaban.
Una mañana como habitualmente hacemos, Purik (Hombre andariego), castigado a estar en la Aldea del Mar por aquella pelea famosa, fue con tres de los nuestros, hasta el tambo del Camino del Inca, llevaban a 6 llamas cargadas con los habituales sacos de sal con los que pagamos los tributos al Inca, para poder seguir siendo libres; a la sal le añadimos, en esta ocasión, unos peces salados para el Encargado, pues era muy importante tenerlo a nuestro favor.
-Cuando estábamos en el Tambo -no contó Purik- vimos como pasaba una comitiva de cientos de porteadores con llamas cargadas. Algunos se detuvieron a tomar agua o comida, vimos que eran chimús, obligados a transportar aquellos fardos hasta el Cusco. Al preguntar, el Encargado de Tambo nos dijo:
-Los chimús no se han sometido voluntariamente, es más, junto con los cañaris y los chachapoyas, han sido los pueblos que más se han enfrentado y resistido el empuje del ejército incaico, hasta el extremo de ganarles algunas batallas.

-A los chimús los sometieron, porque al final, los incaicos decidieron interrumpir las acequias, por las que llegaba el agua que abastecía la ciudad: consecuencia tuvieron que rendirse. Como castigo son esas caravanas cargadas con las maravillas que habían elaborado los chimús, famosos por su habilidad en el trabajo de los metales preciosos: solían hacer objetos en tamaño real, lo mismo unas mariposas, que unos pájaros, árboles o animales, de oro y plata macizos.
-Pero -le comentó Purik extrañado- no pueden ir siempre con tantos soldados protegiendo los tesoros, es casi un ejército.
-Pues no creáis que esta es la única caravana -les comentó el encargado del Tambo- desde hace un tiempo, son frecuentes, siempre fuertemente escoltadas por soldados incaicos. Deben ser muchos los tesoros de los Señores de Chan Chan. Hoy, envueltos en telas de algodón, entre varios llevan un algarrobo de casi tres metros de altura, pero lo sorprendente: es un árbol con sus ramas y algunos pájaros, todo de oro y plata. El jefe de una caravana que se detuvo en el Tambo a descansar me dijo que estaban haciendo en el Cusco un jardín abarrotado de plantas y animales de oro y plata a imitación del que encontraron en Chan Chan, situado en el centro de una de las ciudadelas, rodeando el Estanque de los Nenúfares, lugar donde jugaban los niños chimús.
-Otro asunto que nos preocupa -les recordé un atardecer mientras comíamos- es la situación del inmenso imperio incaico, se ha extendido por una zona amplísima, tiene un peculiar sistema de expansión: ofrece a un pueblo más o menos pequeño, las ventajas de pertenecer a un amplio imperio, el cual está dispuesto a ayudarles en las necesidades; eso lo ejemplifican en los Tambos, que almacenan alimentos y los reparten en épocas de carestía, además el sistema de caminos y el correo de los chasquis, así deslumbran a los pequeños y aislados pueblos.
-Pero sabemos -intervino Wayna: (Hombre fuerte)- que si esa actitud diplomática y colaborativa no funciona, entonces un ejército numerosísimo en comparación con el que aquellos pueblos podían reclutar, se les venía encima, con todo su poder destructor, eso fue lo que sufrieron los cañaris, los chachapoyas y también los chimús Los ejércitos imperiales arrasaron con el enemigo.
-En los dos casos -dije yo con tiento- les imponen hablar el idioma quechua y la adoración al Sol o Inti, aunque no pretenden destruir las creencias locales, sus huacas o santuarios, solo que acepten el predominio de Inti. También exigen obediencia al Inca, Señor del Cusco. Tienen que pagar obligatoriamente el tributo: para las personas consiste en la entrega de trabajo y para las aldeas la entrega de comestibles y otros bienes, en algunos casos: hijas para ser Ñustas e hijos para ser Chasqui.
-Chuwi sabe que nos ha llegado información -aseguró Purik- de que ese inmenso Imperio se tambalea. No es la primera vez que el Imperio incaico se desangra con la lucha fratricida de varios pretendientes al Incanato. Las crisis de sucesión han sido un fenómeno muy frecuente en la historia política del imperio. Según el derecho incaico, el que aspiraba a ser el nuevo soberano, debía demostrar que era el «más hábil», tenía que ser confirmado por un oráculo y además ser reconocido como Auqui (Príncipe) por la familia formada por toda la descendencia del anterior Inca (Panaca real), para poder ser Sapa Inca. Lo normal es, como en el caso de Huayna Cápac, que la sucesión entre los múltiples hijos del Inca muerto no sea fácil de resolver. Murió sin haber designado un sucesor para dirigir el imperio y dejó más de 50 posibles herederos entre los más de 200 hijos reconocidos pero ilegítimos.
-Como recordáis -afirmó Wayna- cuando Huayna Capac, nada más ser designado Soberano debió, reprimir una rebelión de uno de sus setenta hermanastros que pretendía hacerse con el poder, ahora él ha agrandado los problemas al potenciar unos cuerpos de elites militares mandados por generales que, no todo pertenecen, a la nobleza cuzqueña, desde siempre capital y centro político de los incaicos. Además, por las continuas rebeliones de tribus cercanas a Quito, Huayna Capac llevó su Corte a la ciudad de Tomabamba (actual Cuenca, cerca de Quito), creando así un nuevo centro político y militar que comenzó a disputarle el poder al hasta entonces poderoso Cuzco.
-Todo ello -me atreví a matizar- contribuyó a mantener un extenso imperio. Durante su reinado el Imperio Incaicos llegó al pináculo de su grandeza: desde parte de Colombia por el Norte, hasta parte Chile por el sur, mientras que por el sureste llegaba hasta Tucumán en Argentina incluyendo toda la altiplanicie de Bolivia, y al este la región selvática, y por el oeste toda la costa del litoral. Esta inmensa extensión llegó debilitar las estructuras tradicionales de poder y a crear una bicéfala política y militar que se demostraría fatal tras la muerte de Huayna Capac.

-Como nos ha informado el Excelentísimo Chikan - dijo Purik- el Inca murió 1529 se sospecha que envenenado por un chachapoyas, no que muriera de viruela pues en su cuerpo no se encontraron las señales de esa enfermedad, y tras su fallecimiento los cuzqueños aceptaron como Soberano a su hijo Huaskar (Huáscar), lo que no fue reconocido por la élite de Quito, liderada por Atawallpa (Atahualpa), también hijo de Huayna. Así las cosas, en vísperas de la llegada de los españoles, el Imperio Incaico estaba envuelto en una guerra fratricida y con estructuras políticas y militares muy debilitadas. La decisión de Huayna Cápac de dividir el Imperio Inca, fue evidentemente errónea en el aspecto político, sacrificó el Imperio del Tahuantinsuyo al dejarlo con esa posibilidad de ruptura.
Aquella noche nos retiramos a dormir, cada uno a su choza, cuando las llamas de la hoguera estaban casi apagadas, pero el cielo estaba presidido por una luna, camino de ser Llena, acompañada por miles de estrellas.
Estaba enredado en esos pensamientos que últimamente tantas veces me desconcertaba, cuando, oigo que me llaman:
- Chuwi, Chuwi, corre, ¡ven!.
Me levanté con prisa pues era extraña tanta urgencia y algarabía. No tardé en llegar junto a los demás, y todos vimos como, zarandeado por el oleaje, llegaba un hombre, con ropa desconocida y extraña. Quedó tendido, inconsciente, mecido por las olas, sobre la arena.
- ¿No será uno de los viracochas de los que habla todo el mundo?
Con precaución nos acercamos dispuesto a auxiliarlo, pero nos detuvimos al ver que se movía.
Cuando abrió los ojos, escuchó el graznido de las gaviotas, que revoloteaban a su alrededor, y con cuidado se incorporó, apoyándose en un brazo, intentó erguirse, pero cayó nuevamente de bruces.
-En efecto, la barba y la vestidura no era de la gente de aquí.
Como vimos que se recuperaba y no parecía peligroso, nos fuimos acercando con precaución, era robusto y bien formado, mirada franca y directa. Su presencia, imponía pues era muy alto.
Lo acogimos en nuestra Aldea, dándole comida y bebida.
Varias noches le escuchamos narrar su historia, pero cuando se acercaba la fiesta del Plenilunio, mi amigo Kinu tuvo con él, una conversación más larga:
-Cada mes vamos a la Aldea del Río para la fiesta de plenilunio y allí te presentaremos a nuestra MAMA-COYA Kori, a la que tendrás que mostrar tu respeto y ver si eres aceptado en nuestro pueblo.
- De donde yo vengo - afirmó Don Diego- también una mujer era la que gobernaba, la Reina Isabel, y en su nombre me presentaré yo ante vuestra MAMA-COYA Kori, pues aunque ahora me he enterado de que gobierna su hijo D. Carlos, para mí la reina, aunque ya haya muerto, es Doña Isabel. Ya cuando llegamos con Pizarro a las costas del norte, uno de los primeros jefes nativos que salió a su encuentro no fue un hombre, sino una mujer, parece que por estas tierras es frecuente que las mujeres tengan la autoridad.
- Yo soy el marido de nuestra MAMA-COYA Kori.
- Pero, por lo que nos han contado, puedes dejar de serlo si ella te rechaza y elige otro.
- No, eso no es posible, entre nosotros esa costumbre ya se terminó, pues nuestra primera MAMA-COYA cuando llegamos a este río, dispuso que eso no podía hacerlo, a no ser que el elegido muriera o en cinco años una MAMA-COYA no tuviera ninguna hija, entonces elegiría otro, que tenía que ser soltero.
- Antes podía elegir otro hombre, soltero o casado -se interesó D. Diego.
- Si, y eso es lo que a veces creaba problemas, si elegía a uno ya casado.
- ¿Cómo se llama la heredera?
- Yo ya le he dado vida -Le informó Kinu- dentro del cuerpo de Kori, a cuatro mujeres y a otros tres hombres. Y mi hija Sulata ha sido la elegida.
- ¿Pero, no es la mayor?
- Sí que lo es, pero podría no serlo. Cuando cumple 5 años la hija mayor de la MAMA-COYA, se reúne el consejo de las Madres y al ponerle nombre, deciden si va a ser la heredera, o esperan a que llegue a esa edad la siguiente hija.
-En Castilla el heredero -afirmó Don Diego- es el hijo mayor del Rey, sea hombre o mujer, ya se ve que es otro sistema.
Aquella noche, sobre nuestras costumbres, otras muchas preguntas nos hizo y dentro de su ignorancia, vimos que mostraba respeto por nuestro modo de vida.